En este sentido, la selección genética que ha tenido lugar durante los últimos años nos ha proporcionado aves con una mayor capacidad productiva.
La salud del aparato digestivo de las aves será un factor clave para la obtención del máximo potencial productivo, no solo por ser donde tiene lugar la digestión y absorción de nutrientes, sino también por ser parte del sistema inmunitario de las aves.
En la actualidad, tanto la restricción en el uso de antibióticos, como la producción en los sistemas libres de jaula conllevan un desafío importante para la salud de las aves.
Cuando hablamos de salud intestinal (Figura 1) son varios los factores a considerar:
Ambos suponen el contacto entre el “exterior e interior” del ave. Determinados componentes del mismo pueden afectar de manera negativa al equilibrio intestinal. Aquí nos encontramos habitualmente con:
Como responderán los distintos órganos y el sistema endocrino ante distintos desafíos.
Representada esta por el balance entre una flora comensal y la patógena siendo la flora comensal la que participa en el desarrollo de la morfología y estructura intestinal y modula la respuesta inmune además de ayudar en los procesos de digestión y absorción.
La mejor estrategia para mantener una óptima salud intestinal y por tanto la productividad de las aves es la PREVENCIÓN. Los aspectos a considerar serían:
Así tenemos probióticos, prebióticos, simbióticos, ácidos orgánicos y mezclas de estos protegidos y sin proteger, fitobióticos, así como las diferentes enzimas que se incluyen de manera habitual en las dietas.
La eficacia de todos estos aditivos dependerá de factores como la edad del ave, condiciones de manejo, sistema de producción, genética, etc.
El tamaño de las partículas del pienso y su formato son importantes para el desarrollo del tracto intestinal de las aves. Proporcionar a las aves pienso en harina con una óptima distribución de partículas mejora:
Una presentación excesivamente fina afectará de forma negativa al desarrollo de la molleja y proventrículo siendo importante ya que ambos juegan un papel esencial en la utilización de nutrientes y el mantenimiento de la salud intestinal. (Zaefarian y col., 2016).
El desarrollo de la molleja es fundamental ya que además de reducir el tamaño de las partículas de pienso que entran en el duodeno, actúa como barrera microbiológica debido a su bajo pH.
Los probióticos son microorganismos viables capaces de ejercer un efecto beneficioso sobre la salud de las aves.
Los mecanismos a través de los cuales actúan pasan por:
Se caracterizan por su capacidad para modificar de manera beneficiosa la composición de la microbiota intestinal ejerciendo un efecto positivo sobre la salud del ave. Se trata de diferentes oligosacáridos donde la principal característica es que no son digestibles por las enzimas endógenas del ave, por lo que acaban en las partes posterior del sistema digestivo donde pueden ser utilizados por las bacterias beneficiosas tales como bifidobactererias y bacterias acidolácticas (Ricke, 2018).
Tradicionalmente incluyen carbohidratos como fructoligosacáridos (FOS), galactoligosacáridos (GOS) y mananoligosacáridos (MOS).
En este apartado se ha considerar la fibra dietética representada por la suma de los PNA’s y la lignina. Parte de estos polisacáridos representan un substrato para la microbiota además de una fuente de energía. El aumento en la inclusión de fibra mejora la diversidad de la microbiota intestinal del ave mientras que la pérdida de dicha diversidad está asociada a enfermedades.
El periodo de recría, especialmente las primeras 5 semanas de vida son claves para el desarrollo tanto del sistema digestivo e inmune como para el establecimiento de la microbiota intestinal. La inclusión de niveles moderados de fibra insoluble en las dietas de pollitas y ponedoras estimula el desarrollo y la fisiología del tracto intestinal mejorando la productividad de las aves.
Productos resultantes de la combinación de prebióticos y probióticos, donde el prebiótico favorece de forma selectiva el crecimiento del probiótico mostrando por tanto un efecto sinérgico.
Los ácidos orgánicos son aditivos que, además de ser efectivos en la reducción o control de la contaminación microbiológica del pienso (Theron y Rykers Lues, 2011), han demostrado ejercer efectos beneficiosos sobre la salud intestinal y el rendimiento productivo de las aves. Su inclusión en las dietas estimula la actividad de las enzimas endógenas, mejora la solubilidad de los minerales, ejerce un efecto antimicrobiano y ayuda en el mantenimiento de la integridad intestinal.
En la actualidad, hay una gran variedad de ácidos orgánicos disponibles en el mercado. Un ejemplo de ello son el ácido acético, ácido fórmico, ácido láctico, ácido fumárico, etc, o bien combinaciones de estos. Cada uno de ellos posee diferentes propiedades físico-químicas y pueden ser incluidos en el pienso o bien en al agua de bebida.
A bajos valores de pH será mayor la concentración de este bajo la forma no disociada lo que le permitirá acceder al interior de las bacterias evitando su proliferación e incluso provocando su muerte.
Su efectividad será, por tanto, mayor en la parte anterior del sistema digestivo (buche, proventrículo y molleja) donde el valor de pH es menor.
Cuando se pretende ejercer un efecto a nivel del tracto digestivo distal, normalmente nos encontramos con ácidos orgánicos o mezclas de estos protegidos (donde diferentes técnicas de protección son empleadas). La degradación de la cubierta protectora pretende la liberación de estos a partir del duodeno (Figura 8) evitando la proliferación de microorganismos patógenos.
El ácido butírico/butirato es un ejemplo de ello, no solo es una fuente de energía para los colonocitos, sino que es un mediador celular que ayuda a regular múltiples funciones entre las que se encuentra el desarrollo del tejido intestinal, la reducción del estrés oxidativo y la modulación del sistema inmune.
Se trata de productos naturales derivados de plantas a los que se les atribuyen propiedades antimicrobianas, antifúngicas, antiparasitarias, antiinflamatorias, antioxidantes e inmuno-modulatorias.
Dentro de este grupo se encuentran los aceites esenciales con algunas de las propiedades anteriormente mencionadas.
Las propiedades antioxidantes de los aceites esenciales influyen en el desarrollo de la respuesta inmune, aunque los resultados obtenidos con diferentes aceites esenciales revelan una gran variabilidad.
Desde hace años es habitual la inclusión de enzimas exógenas en las dietas de ponedoras. Xilanasas, β-glucanasas, mananasas, lipasas, proteasas, fitasas, etc, o combinaciones de ellas son adicionadas al pienso, en función de las materias primas empleadas, para reducir el impacto de diferentes factores antinutricionales como los polisacáridos no amiláceos (PNA’s), ácido fítico e inhibidores de proteasas que pueden afectar a los procesos de digestión y absorción de nutrientes, así como comprometer la salud intestinal.
Así, la inclusión de carbohidrasas ejerce un impacto sobre la microflora intestinal ya que, mediante diferentes mecanismos, reduce el efecto antinutricional de los polisacáridos no amiláceos produciendo una serie de oligosacáridos con un potencial efecto prebiótico. Del mismo modo la inclusión de proteasas reducirá la cantidad de proteína indigestible en el intestino que puede dar lugar a fermentaciones que afectan a la microbiota.
Además, se ha sugerido su capacidad para degradar proteínas antigénicas presentes en la harina de soja y/ o degradar factores antinutricionales como los inhibidores de tripsina y las lectinas (Cowieson et al., 2016).
Diversos factores como el manejo, la dieta, etc… influirán sobre la presencia y proliferación de patógenos constituyendo un factor de riesgo que puede desencadenar infecciones. Todas las actuaciones que llevemos a cabo deberán de ir encaminadas a mantener el balance entre la flora patógena y la comensal.
Dentro de las estrategias, la prevención será nuestro mejor aliado. A nivel nutricional, tenemos a nuestra disposición una gran variedad de aditivos que han demostrado, mediante diferentes mecanismos, su potencial para ayudar en el mantenimiento del ecosistema intestinal y la función inmune.
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