Las temperaturas ambientales juegan un papel principal en la cría óptima de pollitas para puesta, la base de una producción de huevos exitosa
económicamente. La temperatura óptima para una ponedora blanca es de 23ºC, 24ºC para una rubia. Cada grado Celsius por encima de estos
niveles resultará en una reducción del consumo de alimento y por lo tanto del número de huevos, de la calidad de la cáscara y del tamaño del
huevo. Este problema puede solventarse fácilmente alojando las aves en una nave de ambiente controlado, con temperaturas óptimas. Debido
a la falta de infraestructuras como electricidad, además de medios financieros, muchos ganaderos de climas cálidos no disponen de la posibilidad
de este tipo de soluciones por lo que tienen que apoyarse en técnicas de alimentación y formulaciones especiales del alimento, programas
de iluminación como el snack de media noche, así como también agua de calidad a una buena temperatura para conseguir producciones
satisfactorias. Las técnicas de alimentación ayudan al ave a comer en los momentos óptimos del día, la formulación del alimento asegura el
aporte suficiente de nutrientes, el snack de medianoche provee de un tiempo extra para la alimentación en el momento más fresco del día y
una óptima temperatura del agua asegura que las aves sean capaces de reducir su temperatura corporal y mantener su apetito.
Las gallinas se originaron en las junglas
del Sudeste asiático hace unos 10.000
años, y su primera domesticación en
el Norte de China se data el 8.000 a.C. a partir
de restos arqueológicos de huesos de gallina
(Lawler, 2015). De allí se esparció la producción
avícola a todo el mundo con su primera
industrialización en el hemisferio Norte con
climas frescos y templados. Actualmente la
industria está volviendo otra vez a Asia y al
hemisferio Sur como resultado del aumento
de población en Asia, África y Sur América,
en combinación con la caída de las tasas de
nacimiento así como el florecimiento de la
estricta normativa de bienestar animal en los
países occidentales. Asia hoy contribuye con
el 54,6 % de la población avícola mundial,
seguida por el continente americano con
el 26 % y África con el 8,2 %. Esto implica la
producción de carne de pollo y huevos en
climas cálidos.
A fin de facilitar una producción de huevos
rentable en estos ambientes desafiantes,
deben usarse estrategias de manejo especiales.
Los científicos avícolas han aportado
resultados con sus experimentos y revisado
la literatura producida en las últimas décadas
que nos ayudan a comprender las necesidades
de las gallinas ante el desafío del calor.
Este artículo se focaliza en la aplicación de
este conocimiento en la práctica del día a día
Suficiente peso vivo al inicio de la puesta.
La base de una buena producción de huevos
es una exitosa fase de cría, al final de la cual
la gallina debería haber llegado a su peso vivo
estándar, con un esqueleto bien desarrollado
y el correspondiente apetito o capacidad de
ingesta. Ya hace unos 50 años, Payne (1966)
comparó pollitas criadas de las 6 a las 21 semanas
de edad en ambientes de 20°C vs. 33°C.
Las aves criadas a 33°C fueron 118 g más ligeras
a las 21 semanas de edad y sus huevos fueron
significativamente más pequeños a lo largo
de la fase de puesta, en comparación con
las criadas a 20°C. La respuesta de la ingesta de
alimento a temperaturas ambiente crecientes
y su efecto en las productividades posteriores
se muestra en las tablas 1 y 2. El peso vivo
de la pollita juega un papel importante en la
producción de huevos, por lo que recomiendo
fijar un objetivo un 10 % mayor en climas
cálidos que los estándares publicados por las
casas de genética para climas templados. Las
gallinas más pesadas consumirán más alimento,
lo que supondrá picos de puesta más altos,
mejores persistencias y mayor resistencia al
estrés por calor y enfermedades. El peso vivo a las 12 semanas es un predictor fiable del peso
vivo a las 20 semanas, es decir: las pollitas por
debajo de los estándares de peso a las 12 semanas
seguirán por debajo del estándar a las
20 semanas, mientras que sean pesadas a las
12 semanas lo seguirán siendo a las 20 semanas
de edad. Por lo tanto debe prestarse especial
atención al desarrollo del peso de la pollita
hasta las 12 semanas de edad.
He encontrado útil y muy recomendable
separar las aves en 2-3 grupos en función
del peso vivo tan pronto como sea posible, y
luego ajustar la composición del alimento y
Tabla 1: Caída del consumo diario de alimento
de pollitas en crecimiento con temperaturas crecientes
en la nave. Fuente: Bell & Weaver (2002)
* de cambio en el consumo de alimento por cada ºF
(0,6ºC) de cambio en la temperatura
las fases de alimentación a fin que las aves de
menor peso tengan más probabilidades de
alcanzar a las otras antes de su madurez sexual.
Las primeras 8 semanas son críticas para
el desarrollo del esqueleto, la base de una
gallina bien desarrollada. Con esta técnica, las
gallinas más pequeñas tienen la oportunidad
de crecer hacia el estándar sin necesidad de
competir con las más pesadas y dominantes,
lo que resulta en un lote más uniforme para la
producción. Más tarde, en la fase de las 9 a las
16 semanas, la gallina puede ser entrenada en
su capacidad de ingesta, gracias al alimento
de desarrollo menos denso energéticamente
sin riesgo de problemas con el peso vivo al
final de la cría. La transferencia a la nave de
puesta (con mayor intensidad lumínica) también
puede organizarse escalonadamente
considerando el desarrollo de las aves. Esto
ayudará a minimizar el riesgo de prolapsos y
de canibalismo por sobre-estimulación de las
pollitas de bajo peso.
Espacio adicional para minimizar el estrés
por calor.
Si las aves se colocan en naves con ventilación
natural, es mejor empezar con un 10 % menos
de pollitas por espacio dado que en el caso de
condiciones térmicas normales. Esto supondrá
una mayor disponibilidad de suelo para las
aves y una mejor ventilación entre ellas, así
como más espacio de comedero y bebedero.
Densidades altas en jaulas o en suelo incrementan
los efectos del estrés por calor, es decir,
una reducción en la producción de huevos
por las menores ingestas de alimento, mayores
necesidades nutricionales por el estrés por calor
y mayores mortalidades. Investigadores de
la Universidad del Estado de Carolina del Norte
recomiendan 460 cm² por ave en climas cálidos
en naves con ventiladores e incluso más
espacio cuando sólo se dispone de ventilación
natural. Adams & Craig (1984) compararon la
ingesta de alimento y la producción de huevos
a densidades de 516, 378 y 310 cm² por ave en
jaulas de puesta convencionales. El aumento
de espacio de 310 a 378 cm² por ave supuso
16,6 más huevos por gallina al coste de 1,9 g de
alimento por gallina y día. Aumentar el espacio
de 378 a 516 cm² supuso 7,8 huevos extra por
Tabla 2: Caída de la ingesta de alimento con crecientes temperaturas ambiente en la nave y disponibilidad
de EM para la producción de huevos. Fuente: Smith & Oliver (1972), citado por Balnave & Brake (2005)
gallina alojada, 4,3 g más de ingesta por gallina
y día y un 2,8 % menos de mortalidad.
Cuando las pollitas de un día se alojan en
sistemas en suelo, el uso de plásticos o papeles
ayudan a las aves a encontrar el agua y el alimento.
En sistemas de jaulas, la luz extra directamente
sobre las jaulas, como los tubos LED
(similares a los usados en la decoración navideña)
ayudarán del mismo modo a las aves.
Es absolutamente esencial que las pollitas
lleguen a su temperatura corporal normal
de 40-41°C tan pronto como sea posible
después de la descarga. Idealmente esto debería
controlarse con un termómetro infantil
cada dos horas después de la llegada. Si la
temperatura corporal está por debajo de los
40°C, debe incrementarse la temperatura de
la nave por todos los medios. Debemos asegurar
que la humedad relativa no caiga por
debajo del 70 % como consecuencia de la calefacción.
El efecto de las temperaturas ambientales
sobre la ingesta de las ponedoras (en
EM), la producción de calor y la disponibilidad
de EM para la producción de huevos se ilustra
en la tabla 2.
Programa de iluminación.
Iniciar a las pollitas con un programa de iluminación
que alterne 4 horas de luz con 2 de
oscuridad ha mostrado una mejora de la uniformidad
y una reducción de la mortalidad en
comparación con programas convencionales
de 16 horas de luz y 8 de oscuridad. Este programa
puede usarse los primeros 10 días y
luego cambiarse a programas de iluminación
convencionales según las recomendaciones
de la casa de genética, posiblemente con
un “flash a medianoche” para dar un estímulo
adicional a la actividad y a la ingesta de
alimento. Leeson, Caston y Summers (2003)
realizaron pruebas en las que pollitas de cría
recibieron distintos tratamientos de iluminación
a medianoche: un grupo creció con
8 horas de luz y el otro con 12. Los grupos
que tuvieron iluminación nocturna durante
2 horas, de la semana 0 a la 18 o de la 4 a la
18, fueron los más productivos en número de
huevos a las 70 semanas. Pero la introducción
de un flash de medianoche tardíamente en la
fase de cría, después de las 12 semanas, resultó
en arranques de la puesta prematuros, con
sus bien conocidos problemas de prolapso,
canibalismo y efectos negativos en la persistencia
de la puesta. La experiencia práctica,
especialmente con Leghorns, indica que de 1
a 1,5 h de luz alrededor de medianoche tiene
efectos positivos en la ingesta de alimento y
la ganancia de peso (Fig. 1).
La iluminación extra alrededor de medianoche
(Fig. 1) cuenta con la ventaja de proporcionar
a las aves con un tiempo adicional para
comer en las horas más frescas de la noche
sin alterar el programa de iluminación, siempre
que se provean un mínimo de 3 horas de
oscuridad antes y después del periodo extra de
iluminación. Durante la puesta también puede
usarse un programa de iluminación similar.
La producción corporal de calor es mayor
durante la fase lumínica, y la temperatura abdominal
decrece con la bajada de la intensidad
lumínica. En la literatura pueden encontrarse
distintas recomendaciones para programas
de iluminación. Nishibri (1998) recomendó un
“programa de iluminación invertido”, con la luz
durante las horas más frías, de 6 p.m. a 6 a.m.,
en lugar de durante las horas cálidas del día,
Fig. 1: Snack de medianoche: la iluminación se
produce durante las horas frescas de la noche
para estimular un poco más la ingesta de alimento.
Fuente: Guía de manejo de Lohmann Tierzucht
cuando las aves deberían descansar para minimizar
el estrés por calor. Con este programa
las gallinas produjeron significativamente más
huevos que con alimentación diurna.
Para la aplicación de esta idea en condiciones
comerciales se requiere invertir en
naves cerradas, a prueba de luz, y aceptar el
coste extra de tener a la plantilla trabajando
de noche, además del coste energético extra,
que tienen que justificarse todos con la mayor
producción de huevos y el mayor bienestar
de las aves.
Purina Mills Inc. recomendó programas
de iluminación para pollitas “biomitentes”, en
base a la idea que pueden conseguirse mejores
pesos vivos con una reducción de la actividad
y el mejor aprovechamiento del pienso. El programa
de iluminación es el siguiente: 24 horas
de luz la primera semana, la segunda semana la
luz se reduce a 8 horas diarias y desde la tercera
hasta la 18ª la luz se mantiene en 8 horas diarias
con programas de iluminación intermitentes de
15 minutos de luz y 45 minutos de oscuridad, a
excepción de la última hora del día cuando el
patrón es de 15 minutos de luz – 30 minutos
de oscuridad – 15 minutos de luz. Ernst (1987)
concluyó de sus ensayos que la iluminación intermitente
(2 h de oscuridad – 4 h de luz) para
pollitas de las 2 a las 20 semanas mejoraba los
pesos vivos.
Básicamente el programa de iluminación
en la fase de cría debería proveer a las pollitas
con suficiente luz para que estas consigan el
peso vivo y capacidad de ingesta objetivos. La
producción corporal de calor aumenta con la
ingesta de alimento, por lo que se recomienda
empezar la fase lumínica bien temprano por
la mañana a fin de aprovechar las horas más
frescas del día. Puesto que la intensidad lumínica
también incrementa la temperatura corporal,
la nave debería mantenerse lo más oscura posible
para evitar el estrés por calor de las aves.
Agua
La temperatura ambiental es el factor más importante
en la determinación de la ingesta de
agua, como se ilustra en la figura 2. Las pollitas
Leghorn beben al menos el doble al día a
38ºC que a 21ºC de temperatura dentro de la
nave, mientras que temperaturas del agua por
debajo de 21°C no afectan la ingesta de agua.
La mayoría de autores están de acuerdo que
la temperatura óptima del agua está alrededor
de los 23°C. Un problema común de zonas
con climas cálidos es proveer suficiente agua
de bebida a una temperatura óptima en todo
momento y para todas las aves. La ingesta de
agua es básica para la ingesta de alimento, especialmente
en climas cálidos.
La temperatura del agua no debe exceder
nunca la temperatura corporal de las aves. Distintas
pruebas han mostrado como se reduce
la ingesta de alimento si la temperatura del
agua supera los 35ºC, y como temperaturas
de agua de bebida de 35-40°C tienen efectos
perniciosos significativos para la productividad.
Por lo que el manejo debe hacer todo lo
posible para ofrecer agua fresca a las aves tanto
durante la fase de cría como la de puesta. Las
posibilidades son diversas: renovar el agua de
las tuberías o vaciar los bebederos de campana
regularmente, aislar los depósitos de agua y
las tuberías (también dentro de la nave), añadir
cubitos de hielo a los depósitos de agua o
incluso instalar sistemas de refrigeración para
el agua de bebida, dependiendo del nivel de
sofisticación de la granja.
Los sistemas de bebida deben ser los
mismos en la fase de cría que en la de puesta
a fin de asegurar que las pollitas encuentren
el agua inmediatamente después de la transferencia.
Si se observa pérdida de apetito o
incluso aumenta la mortalidad tras una transferencia,
es habitual que se deba a que a las
aves les toma demasiado tiempo encontrar
el agua por lo que paran de comer. Es especialmente
importante en este periodo de
transición estresante que las aves mantengan
el apetito a fin de afrontar en condiciones el
desafío que supone la maduración sexual y la
producción del primer huevo mientras continúan
ganando peso.
El máximo consumo de agua se produce a
las 6-7 semanas de producción, en el pico de la
puesta. El estrés puede incrementar los requerimientos
vitamínicos en climas cálidos, especialmente
de vitaminas A, C y E. En áreas cálidas y
húmedas la estabilidad de las vitaminas se ve
reducida, por lo que es una buena práctica ofrecer
las vitaminas con el agua de bebida 3 días
antes de realizar la transferencia, y electrolitos
3 días después de haberla realizado. No debe
molestarse o trasladarse a las aves en el momento
más caluroso del día, es mejor hacerlo por la
noche; se recomienda colocar un 30 % menos de
pollitas por jaula de transporte de lo que se recomienda
en días frescos.
Los filtros del sistema deben comprobarse
y limpiarse regularmente, y reemplazarse con
suficiente frecuencia. Disponer de indicadores
de presión a ambos lados del filtro es una ventaja,
debería mantenerse un diferencial de presión
de 3 a 8 libras. Debe comprobarse la presión del
agua al final de la línea diariamente para asegurar
que las gallinas del final de la nave reciben
suficiente agua.
Las tuberías enterradas son habituales en
muchos países de las zonas cálidas del planeta.
El agua de pozo a menudo tiene peor calidad
que la de la red urbana, lo que perjudica la productividad
de las pollitas en crecimiento y de
las ponedoras en producción. Por este motivo
debe comprobarse regularmente la calidad del
agua de pozo mediante un análisis en un laboratorio
competente a nivel químico y microbiológico.
Las aguas salinas pueden contribuir
a la calidad de la cáscara, especialmente en el
caso de gallinas viejas, a la persistencia de la
puesta, a la ingesta de alimento y/o al peso del
huevo, si estamos por debajo de los estándares
de la estirpe. En este caso, debe ajustarse la
fórmula de la ración con un menor nivel de sal
Figura 2: Consumo de agua de pollitas en crecimiento como función de la temperatura de la nave
Fuente: Daghir (2008)
para compensar el exceso que aporta el agua.
Se ha demostrado el efecto positivo de múltiples
aditivos para controlar el estrés por calor
en ponedoras. Por ejemplo, el aporte de agua
carbonatada con temperaturas cercanas a los
35ºC facilitó el mantenimiento de la calidad
de la cáscara mucho mejor que en el grupo
control (Daghir 2008). La vitamina C mejora la
productividad con calor, con tan solo 100 ppm
de ácido ascórbico. Los mejores resultados se
consiguieron con ácido ascórbico protegido
(como Cuxavit C50) y el éster de fosfato. Los
lotes que reciben vitaminas extras y electrolitos
adicionales con el agua en los periodos de
calor mostraron una menor caída de la producción
y se recuperaron antes. Las zeolitas de sodio
en el agua también pueden ser beneficiosas
para la reducción de los efectos del estrés
por calor en ponedoras. El mecanismo por el
que esto se produce no está aclarado del todo,
quizás actúen como tampón en el intestino y
reduzcan la alcalosis asociada al jadeo.
Ingesta de alimento y ajuste de su
composición.
La temperatura de la nave es el principal factor
que determina el nivel de ingesta de las
aves. Los requerimientos de mantenimiento
en aves Leghorn y rubias se ven reducidos en
30 kcal/día cuando la temperatura pasa de 21
a 38°C. Llegan a su punto más bajo a los 28ºC
y a partir de esta temperatura vuelven a subir
con cada grado por la energía requerida por
los mecanismos de refrigeración de la gallina.
Por encima de 28ºC la ingesta decrece. La pérdida
media de ingesta energética se cifra en
un 1,6 % por cada °C cuando las temperaturas
ambientales suben por encima de los 20°C,
por lo que el ave puede incurrir fácilmente en
una situación de deficiencia nutricional que
perjudique su productividad. La máxima disponibilidad
de energía para la producción se
produce a los 23°C para ponedoras rubias y a
24°C para blancas Leghorn.
Es esencial hacer un seguimiento del
consumo de alimento de forma diaria, a fin
que el nivel energético y la densidad del alimento
puedan ajustarse en función del nivel
de ingesta. Alternativamente puede estimularse
la ingesta con una reducción de la energía
y de la densidad del alimento, apagando
la cadena de distribución o agitando las líneas
de comederos. Tadtiyanant et al. (1991)
concluyeron a partir de varios ensayos con
alimentos húmedos que las aves ingerían un
38 % más de materia seca con estos en comparación
con alimentos secos, a 33°C. Pueden
instalarse espráis sobre la línea de alimentación,
o bien mezclar agua con el alimento de
forma manual, dependiendo del nivel de tecnificación
del manejo.
Se recomienda el uso de raciones de alta
densidad energética en climas cálidos. La
grasa aporta energía a la dieta y estimula la
ingesta, incluida la EM. Muchos molinos de
climas cálidos tienen un problema con la provisión
de una buena estructura del alimento,
que a menudo acaba en alimentos polvorientos
y con muchos finos. La adición de aceites
mejora la palatabilidad del alimento y por lo tanto facilita a la gallina que coma suficiente.
El aceite también produce un menor incremento
térmico asociado a la digestión, lo que
ayuda a combatir el estrés por calor del ave.
La adición de un 5 % de grasa no sólo mejora
la ingesta de alimento, también el peso del
huevo y el grosor de la cáscara. En una prueba
realizada el Malasia se evidenció que cuando
tenían libertad de elección, las gallinas tendían
a consumir más alimento suplementado
con grasa que alimento sin aceite. Sohail et al.
(2002) observaron que el máximo beneficio
se obtenía cuando la grasa se añadía a la dieta
con mayor contenido proteico (19,8 %) de la
semana 21 a la 37 de edad, pero debía hacerse
con cuidado para prevenir la oxidación.
La ingesta de alimento no sólo decrece
con la subida de la temperatura sino también
cuando se incrementa la energía en el
alimento. Peguri y Coon (1991) observaron
que la ingesta de alimento era 5-9 g menor
cuando la EM se incrementaba de 2.645 a
2.976 kcal/kg y que era 217 g menor cuando
la temperatura pasaba de 16 a 31,1°C. El peso
del huevo aumentaba cuando la densidad
energética del alimento pasaba de 2.645 a
2.976 kcal/kg y se reducía cuando la temperatura
pasaba de 16,1 a 31,1°C. Un alimento más
caro al final puede permitir ahorrar gracias a
los menores consumos.
Los requerimientos en proteína no se ven
afectados por la temperatura, pero ahora es
conocimiento común el hecho que dietas ricas
en proteína y aminoácidos son esenciales
en climas cálidos para asegurar las mismas
ingestas diarias de estos nutrientes al nivel en
que se consumen a 21ºC. De Andrande et al.
(1977) alimentó ponedoras en condiciones
Tabla 3: Estructura recomendada para el calcio
en distintos alimentos para ponedoras.
Fuente: Guía de manejo de Lohmann Tierzucht
Figura 3: Resumen del crecimiento de un lote de Lohmann Brown PS en el clima cálido de Tanzania en naves abiertas
de estrés por calor con una ración con un 25 %
más de todos los nutrientes excepto la energía,
que sólo se incrementó en un 10 %. Observó
que con este tipo de ración la ponedora pudo
afrontar los efectos más perjudiciales de las altas
temperaturas sobre el porcentaje de puesta
y el peso del huevo. Debe conseguirse una
ingesta diaria de 360 mg de metionina puesto
que los huevos pequeños pueden ser consecuencia
de una baja ingesta de energía pero
también de aminoácidos. La caída del peso del
huevo por cada ºC que aumenta la temperatura
se ha estimado entre 0,07 y 0,98 g por huevo.
La ingesta diaria de ácido linoleico debe ser de
al menos 2 g por ave, mejor si se consigue con
la grasa. Las altas temperaturas aumentan el ritmo
respiratorio, llevando a la alcalosis, que altera
el equilibrio ácido-base y el pH sanguíneo.
Añadir bicarbonato al alimento y suministrar
agua carbonatada puede ayudar.
Un exceso de calcio puede tener efectos
negativos en la ingesta por su efecto fisiológico
sobre el apetito y la reducción de la palatabilidad
del alimento. La ingesta de alimento
de las ponedoras puede reducirse por el exceso
de finos de calcio en la ración. Devegowda
(1992) observó como en India el suministro de
calcio separado de una dieta con sólo un 2 %
de calcio mejoraba la ingesta de alimento, la 1
producción de huevos y la calidad de la cáscara.
Puesto que los requerimientos de calcio
para una ponedora alrededor del pico de puesta
son de unos 4,1 g e incrementan a 4,5 g con
la edad, el 1,9–2,2 % de calcio perdido debería
suministrarse ad libitum como calcio grosero
sobre el alimento en caso de alojamiento en
jaulas, o en comederos separados en el caso
de alojamiento en aviarios o en suelo, de forma
que cada gallina lo consuma de acuerdo a sus
necesidades (tabla 3). La principal demanda de
calcio se produce por la tarde y el anochecer.
Si no se puede suministrar de forma separada
del alimento, al menos el 50 % del calcio de la
ración debería suministrarse en forma grosera
en lugar de en polvo. Esto asegura que el calcio
no sea digerido completamente antes de
las primeras horas del amanecer cuando la gallina
lo necesita para la producción de la cáscara
del huevo. Un “snack de medianoche” no sólo
mejora la ingesta de alimento sino que también
reduce el estrés de las gallinas gracias a una
ingesta extra de calcio en el momento que su
organismo lo necesita.
Fase de alimentación.
Se recomienda suministrar el alimento al
menos dos veces al día; 1/3 de la ración por
la mañana y 2/3 por la tarde, dejando los comederos
vacíos la mayor parte del tiempo. 1
hora al día en el pico del calor. Esto estimula
la ingesta, asegura que también los finos
sean ingeridos y previene que el alimento
se enmohezca. El alimento de prepuesta es
obligatorio y debería ofrecerse 2-3 semanas
antes de la producción de huevos cuando
el hígado y los órganos reproductivos están
aumentando de tamaño y al mismo tiempo
que se aumentan las reservas de calcio que
servirán a las necesidades para la producción
de la cáscara. Debería suministrarse durante
unos 10 días y no más de 1 kg por ave. Las
gallinas pueden acostumbrarse a las mayores
concentraciones de calcio del alimento y no
perderán el apetito cuando se les suministre
el alimento de puesta, el cual contiene al
menos un 3,9 % de calcio. La introducción
temprana de altos niveles de calcio en la ración
de las ponedoras a menudo ha traído un
aumento de la humedad de las deyecciones,
y el uso del alimento de prepuesta debería
contribuir a minimizar este problema. Los
estudios realizados muestran como las ponedoras
son capaces de sobrevivir mejor a periodos
de estrés por calor si han sido expuestas
Figura 4: Resumen de la producción de un lote de Lohmann Brown PS en el clima cálido de Tanzania en naves abiertas
previamente a una situación de estrés por calor
de forma diaria e intermitente. Por lo que
puede ser necesario exponer a las aves en
fase de cría a temperatura de 29-33°C antes
de la fase de puesta, incluso aún pudiendo
mantener la temperatura ambiente por debajo
de estos niveles con la ayuda de sistemas
de climatización. Las Leghorn blancas no son
necesariamente más tolerantes al calor que
las estirpes rubias, como se asumía años atrás.
Se recomienda no retirar crestas ni barbillas,
pues estos órganos ayudan a refrigerar el organismo
de la gallina. Las aves también pueden
humedecerlas con el agua de bebida, ya
sea en bebederos de campana o de tetina, los
cuales deberían disponer de cazoleta.
Las deyecciones húmedas pueden ser un
problema en climas cálidos debido al aumento
en la ingesta de agua. Las ponedoras beben
más en jaulas que en suelo y la ingesta de
agua aumenta con la producción. Los niveles
de incorporación altos de proteína y sales también
tienden a aumentar la humedad de las
deyecciones. Los niveles de sodio de la dieta
deberían mantenerse en 0,18-0,16 g/día/ave.
También el uso de altas cantidades de cebada
y la presentación del alimento en migas puede
causar problemas de deyecciones húmedas.
Resultados de campo en Tanzania.
Prestar especial atención a las necesidades
de las aves en climas cálidos tiene su retorno,
como se ilustra en las figuras 3 y 4. Este lote
de reproductoras rubias sufrió de una infección
bacteriana a las 3-4 semanas de edad,
la cual desafortunadamente no es rara en
naves abiertas. Sin embargo, después del tratamiento,
las supervivientes se desarrollaron
bien, y quizás se beneficiaron de las menores
densidades y produjeron de forma similar a lo
esperable en climas templados. Obviamente
las ponedoras comerciales y reproductoras
de las estirpes modernas son adaptables a los
climas tropicales y pueden sobrellevar bien
las condiciones en naves abiertas sólo con
ventilación natural, a temperaturas de hasta
40°C y humedades relativas de 60-70 %.
Resumen y conclusiones.
La producción de huevos en climas cálidos es
un desafío para el productor, pero pueden obtenerse
excelentes resultados sin necesidad de
invertir en costosos equipos de control ambiental,
siempre que se realice un buen manejo
del lote a lo largo de toda su vida productiva,
en base a los resultados de investigaciones
avícolas y a la experiencia práctica. Las ponedoras
en climas cálidos requieren más espacio
para su cría y producción. Distintos programas
de iluminación pueden ayudar a conseguir el
peso vivo deseado en cada momento, incluso
en condiciones de estrés por calor. Un snack
de medianoche permite a las aves consumir
el alimento en las horas más frescas y les proveerá
del calcio necesario para la producción
de la cáscara en las primeras horas de la mañana.
El suministro de calcio en forma grosera
separado del alimento incrementará la ingesta
de alimento y también reducirá el riesgo de
mortalidad temprana por fatiga de la ponedora
en jaula. El agua fresca permitirá a las gallinas
reducir su temperatura corporal y mantener
su apetito. La adición de aceite al alimento
lo hará más palatable y por lo tanto más fácil
de consumir a la vez que proveerá la correcta
cantidad de energía incluso en caso de ingesta
reducida. A las gallinas les gusta el alimento
húmedo, de forma que humedecer el alimento
les ayudará a incrementar la ingesta en climas
cálidos. Las aves pueden adaptarse a climas
cálidos y ser entrenadas mediante periodos de
calor intermitentes durante la cría para que soporten
mejor el estrés por calor más adelante.
Viola Holik