Los resultados provienen de un proyecto de colaboración entre la
Universidad de Edimburgo, Universidad de Glasgow, Aviagen Ltd y
LOHMANN TIERZUCHT GmbH
Cada año, la industria avícola necesita
suministrar enormes cantidades
de pollitos que crecerán hasta
convertirse en ponedoras de huevos y pollos
para carne. Esto es posible gracias a la
incubación artificial de huevos y posterior
nacimiento de pollitos – ya que las gallinas
reproductoras ya no tienen que incubar
sus huevos, pueden producir cada una
de ellas muchos más huevos y pollitos.
La incubación artificial reduce también la
probabilidad de transmisión de enfermedades
de la madre a sus pollitos.
Sin embargo, sigue siendo posible la
transmisión de enfermedades entre generaciones,
especialmente durante la recogida
y el transporte de los huevos. Si los
huevos están infectados con microorganismos
que son nocivos para su contenido,
eso supone un problema de seguridad
alimentaria y de salud tanto animal como
humana, por lo que cualquier cosa que
permita reducir la transmisión ayudará a
mantener la bioseguridad y reducir así el
riesgo para los consumidores.
La cutícula
La cutícula es una capa de proteína que
recubre la superficie del huevo y rellena
los poros de la cáscara que permiten la entrada
de aire para el pollito en formación.
Supone la primera línea de defensa del
huevo frente a posibles bacterias procedentes
tanto de la madre en el momento
de la puesta como del entorno, por ejemplo,
durante el contacto con las cintas de
recogida o los equipos de manipulación
de huevos.
No todos los huevos tienen cutículas
de la misma calidad; la variabilidad natural
entre gallinas hace que algunas cutículas
sean mejores que otras. Esa variación en la
calidad de la cutícula supone que algunos
huevos son más vulnerables a la invasión
por parte de las bacterias, y hay estudios
que muestran que los huevos con cutículas
de buena calidad casi nunca resultan
infectados con E. coli mientras que los que
tienen cutículas de mala calidad se infectan
más a menudo. Si somos capaces de
seleccionar los animales para conseguir
una mejor calidad de la cutícula, reduciremos
la contaminación de los huevos con
E. coli y otros microorganismos potencialmente
dañinos.
Hemos desarrollado modos de medir
la cantidad de cutícula que las distintas
gallinas individuales depositan en sus huevos
y asociar esa información con datos
genéticos de la gallina, algunos de ellos
obtenidos mediante secuenciación de su
ADN. Esta combinación de información
genética y datos de calidad de la cutícula
nos permitirá seleccionar o criar de manera
precisa gallinas que pongan huevos con
cutículas de alta calidad y por tanto mejor
protegidos frente a las bacterias.
También hemos aprendido mucho sobre
cómo se forma la cutícula, justo antes
de la puesta del huevo, y sobre cómo afectan
otros factores a la calidad de la cutícula,
como el entorno del ave, los niveles de
estrés y hormonas, así como la edad de la
gallina y del huevo.
¿Cómo medimos la calidad de la cutícula?
Colaboramos con químicos de la Universidad
de Edimburgo para desarrollar técnicas
basadas en la luz para medir la calidad
de la cutícula. La luz blanca está compuesta
por un espectro de muchas longitudes
de onda diferentes y todos los materiales,
incluida la cutícula del huevo, absorben
y reflejan luz de distintas partes de este
espectro. Para obtener una medida de la
calidad de la cutícula, podemos utilizar un
equipo conocido como espectrofotómetro,
que se utiliza para medir la cantidad
de luz reflejada por distintos huevos a una
longitud de onda dada y comparar las distintas
medidas.
También utilizamos técnicas como
el tiempo de vida de la fluorescencia, la
fluorescencia en estado estacionario y la
espectroscopia infrarroja, que nos aportan
más información sobre la calidad de
la cutícula y las estructuras químicas implicadas.
Algunos de los métodos que
empleamos conllevan la tinción de los
huevos para revelar más sobre su cutícula
(como en Cute Eggs: técnica de tinción en
nuestro kit Cute Eggs), y también estamos
investigando la multitud de proteínas diferentes
que componen la cutícula.
Nuestros colaboradores externos
Científicos de la Universidad de Glasgow
miden miles de huevos a la semana y nos
aportan datos que podemos luego combinar
con la información genética que
disponemos para cada huevo y ave en
estudio. También estudian las bacterias
presentes en huevos con cutículas de muy
buena y muy mala calidad para averiguar
cómo afecta la calidad de la cutícula a la
invasión por parte de bacterias.
Trabajamos asimismo con colaboradores
industriales que nos proporcionan
muestras de huevos e información genética,
compartiendo con nosotros tanto sus
recursos en forma de muestras como sus
conocimientos. Ellos nos ayudan a decidir
cómo diseñar nuestra instrumentación
personalizada de manera que resulte útil
para medir la calidad de la cutícula en el
mundo real, y harán pruebas para nosotros
con el producto final.
Nicola Stock, Roslin Institute and Royal
School of Veterinary Studies, University of
Edingburgh