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BOLETÍN LOHMANN
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EFECTOS GENÉTICOS Y AMBIENTALES SOBRE LA ESTABILIDAD DE LA CÁSCARA DEL HUEVO

EFECTOS GENÉTICOS Y AMBIENTALES SOBRE LA ESTABILIDAD DE LA CÁSCARA DEL HUEVO
Fig. 1. Ciclo de producción ampliado con/sin muda forzada (estación de prueba en Carolina del Norte, EE.UU.)

Las ponedoras y reproductoras comerciales modernas son capaces de producir un alto número de huevos. No es raro ver ponedoras comerciales con producciones muy por encima de 330 huevos en un solo ciclo de puesta de 12 meses en distintas condiciones de campo. Muchas reproductoras para la producción de carne se han vuelto también más prolíficas en las últimas décadas, alcanzando fácilmente cifras de hasta 180 huevos para incubar en 40 semanas de producción.

La mayoría de las tablas de rendimiento para ponedoras comerciales dan valores estándares por encima de las 80 semanas de edad, pero actualmente muchas parvadas de ponedoras comerciales se mantienen hasta 100 semanas o más. En un futuro próximo las parvadas de ponedoras se mantendrán durante ciclos productivos más largos, lo que requiere una mayor atención de todas las partes implicadas a mantener una calidad de la cáscara del huevo aceptable hacia el final de la puesta. El mayor desafío al que se enfrentan la mayoría de los reproductores y productores de huevos de mesa es mantener una estabilidad óptima de la cáscara del huevo. Al final del ciclo productivo, la calidad de la cáscara se suele deteriorar de manera considerable, lo que se traduce en pérdidas económicas sustanciales para los avicultores y los incubadores. En condiciones de campo, algunas explotaciones de ponedoras comerciales consiguen mantener el número de huevos rechazados por debajo del 5%, mientras que otras tienen más de un 10% de huevos rotos y con fisuras (capilares) (Fig. 2). Esta amplia variación pone de manifiesto que hay varios factores implicados en el mantenimiento de la buena calidad de la cáscara del huevo.

Factores que afectan a la estabilidad de la cáscara del huevo


Son muchos y muy distintos los factores que afectan a la formación de la cáscara en la gallina y en consecuencia a la posibilidad de que el huevo sufra algún daño una vez puesto. La elección de la estirpe (genética) correcta es un factor decisivo. Numerosas pruebas realizadas en estaciones de todo el mundo y comparaciones de importantes empresas de clasificación y envasado de huevos muestran diferencias significativas en el número de huevos rechazados entre distintas razas de ponedoras. Es bien sabido que la calidad de la cáscara se suele deteriorar con la edad de la gallina, pero no todas las estirpes de ponedoras muestran el mismo declive en la resistencia de la cáscara. Los procedimientos de gestión implantados por el avicultor, como los programas de iluminación y alimentación o el cuidado

Fig. 2. Variación de la resistencia a la rotura de las cáscaras y el porcentaje de fisuras entre explotaciones individuales en Holanda.

en la recogida de los huevos y su manipulación posterior, tienen un impacto importante en la recolección de huevos obtenida por la explotación. La prevención del estrés térmico en climas cálidos es crucial para salvaguardar la producción y la calidad de los huevos. Un correcto control del clima, respaldado por la suplementación del pienso, contribuirá en gran medida a mejorar la calidad de la cáscara. Es preciso también salvaguardar la salud de la parvada mediante un programa de vacunación bien diseñado y medidas de bioseguridad exhaustivas. Muchas enfermedades habituales como la bronquitis infecciosa, la enfermedad de Newcastle y la infección por micoplasma pueden provocar pérdidas de producción sustanciales y afectar de manera grave a la estabilidad de la cáscara.

Contar con el equipo adecuado es asimismo importante para evitar roturas de los huevos una vez puestos. Las propiedades de la jaula (el suelo), la alineación de las cintas transportadoras de huevos, los nidales con un buen lecho y la maquinaria de clasificación y envasado son aspectos tecnológicos importantes. Por último, un programa de alimentación bien equilibrado, con todos los nutrientes que necesitan las aves durante sus distintas fases de producción resulta esencial para que el ave ponga huevos «bien envasados» en la medida de su potencial. En este artículo se van a tener en cuenta únicamente dos factores importantes que afectan a la resistencia de la cáscara. En primer lugar la contribución de la genética a la mejora de la calidad de la cáscara, y en segundo lugar cómo puede el nutricionista fomentar la producción de cáscaras más resistentes.

Genética

Las empresas de reproducción de ponedoras llevan décadas seleccionando los animales para mejorar su productividad y eficiencia. Por supuesto, no han pasado por alto los rasgos de calidad de los huevos. En la actualidad, se registran multitud de rasgos a nivel de líneas puras en las granjas de pedigrí. Todos esos rasgos deben ser incluidos en lo que se conoce como un índice para poder realizar una selección equilibrada de las candidatas para la siguiente generación.

Existen varios métodos para medir la estabilidad de la cáscara del huevo, pero solo dos han mostrado ser los más efectivos. El uso de dispositivos que miden la resistencia a la rotura estática y detectores de fisuras para evaluar la rigidez dinámica ha contribuido enormemente a la mejora moderada que permite la mejora genética de la estabilidad de la cáscara. Ambos rasgos presentan correlaciones favorables con la mayoría de los demás rasgos de rendimiento y tienen una heredabilidad.

Tabla 1. Distribución de tamaños de partícula de la caliza recomendada para gallinas ponedoras (guía de manejo de Lohmann Tierzucht).

Nutrición


Una comparación de propiedades de calidad de la cáscara del huevo realizada en Holanda reveló una amplia variación entre distintos fabricantes de pienso. Pese a que todas las empresas reproductoras publican recomendaciones de pienso para sus estirpes, cada fabricante suele diseñar sus propias recetas de pienso internas. A la hora de componer un pienso que permita a las aves producir huevos con cáscaras fuertes, hay varios factores a tener en cuenta.

Condiciones de clima cálido

En climas cálidos, en los que el estrés por calor tiene un impacto importante en la productividad y en la estabilidad de la cáscara, se requieren medidas adicionales de apoyo para las gallinas ponedoras. La combinación de una ingesta reducida de nutrientes y la alcalosis respiratoria debida a los jadeos pone en riesgo la formación de la cáscara del huevo. Se ha visto que la adición de 2-3 kg de bicarbonato sódico por tonelada de pienso equilibra la alcalosis y contribuye a la producción de cáscaras más fuertes. El uso de microingredientes como zinc, cobre, cromo y manganeso, que juegan un papel esencial en la formación de la cáscara, debe aumentarse en condiciones de estrés térmico. Por último, la suplementación de vitamina C y E ayuda a las aves a soportar las altas temperaturas.

Aporte de calcio

La mayoría de las empresas utilizan caliza o cáscaras (de ostra) como principal fuente de carbonato cálcico. Al margen de consideraciones como la tasa de liberación de calcio (solubilidad), lo primero y más importante es la distribución correcta del tamaño de partícula de la fuente de calcio. En particular, debe haber una fracción suficiente de partículas gruesas. Un pienso con porcentajes demasiado altos de partículas finas y de tamaño medio provocará más roturas de huevos en comparación con los piensos de partículas gruesas.

Programa de alimentación por fases

A lo largo del período productivo, el peso del huevo normalmente aumenta y la producción se reduce gradualmente tras alcanzarse el pico de puesta hacia las 25 semanas de edad. A fin de satisfacer los requisitos de nutrientes de las distintas etapas de producción, se ha diseñado un programa de alimentación adaptado a cada fase. La base de tal programa es un aumento del contenido en calcio con el tiempo, ya que tanto su utilización como su absorción disminuyen con la edad, y el tamaño del huevo aumenta.

El nivel de fósforo disponible disminuye gradualmente hacia el final de la puesta. Los niveles de proteínas (aminoácidos digestibles) disminuyen también puesto que las aves tienden a comer más cuando se hacen mayores. Los niveles de metionina, que tienen un impacto directo en el peso del huevo, disminuyen también en línea con las proteínas a fin de evitar la puesta de huevos demasiado grandes que son más susceptibles de agrietamiento. Para evitar los huevos demasiado grandes, es necesario instaurar un programa de alimentación por fases en una etapa suficientemente temprana del período de puesta. Las aves ponedoras ajustan su ingesta de pienso diaria principalmente en función de su demanda de energía, y es preciso evitar un aumento adicional de la ingesta de pienso diaria. El sobreconsumo podría traducirse en huevos demasiado grandes. Por lo general, en condiciones de campo se utiliza un nivel constante de energía del pienso durante todo el programa de alimentación por fases. La forma activa de la vitamina D3 (1,25-hidroxicolecalciferol) resulta esencial para la correcta formación de la cáscara de huevo en el oviducto.

La vitamina D3 se convierte en dos pasos en el hígado y los riñones a su forma activa. Las aves que sufren lo que se conoce como síndrome del hígado graso o presentan daño hepático se benefician de una suplementación de la forma activa de la vitamina D3 en el pienso. La adecuada atención a la salud hepática contribuirá por tanto a conseguir una buena calidad de la cáscara del huevo incluso en las manadas de aves de mayor edad.

Resumen


Las aves ponedoras y reproductoras tienen potencial genético para una elevada producción de huevos. Para que produzcan huevos principalmente comercializables e incubables, la estabilidad de la cáscara del huevo es un rasgo crucial. Tanto la genética como una nutrición equilibrada juegan un papel importante para mantener una buena calidad de la cáscara. Los genetistas han conseguido combinar un período de producción prolongado con una buena estabilidad de la cáscara hasta el final de la puesta. Dispositivos especialmente diseñados para medir la cáscara permiten distinguir con precisión las gallinas que ponen huevos con cáscaras fuertes o débiles. Las condiciones en climas cálidos suponen un desafío adicional para el nutricionista. Para mantener una producción de huevos de primera clase es preciso suplementar las raciones con microingredientes adicionales, vitaminas C y E y bicarbonato sódico. Para salvaguardar el rendimiento resulta esencial aplicar lo que se conoce como un programa de alimentación por fases, con distintas raciones durante el período productivo. Los objetivos principales son mantener una buena calidad de la cáscara del huevo, controlar el tamaño de los huevos y equilibrar el aporte de nutrientes con los requisitos reales. Las partículas de caliza gruesa son esenciales para un aporte continuo de calcio durante la formación de la cáscara, mientras que la vitamina D3 convertida en el hígado y los riñones es necesaria para la formación de la cáscara en la glándula cascarógena (útero).

Ron Eek


Device for the measurement of dynamic stiffness.
Fig. 3. Índice de selección para aves ponedoras con rasgos individuales



Fig. 4. Ejemplo de un programa de alimentación de cuatro fases para ponedoras

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